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Serie La Prueba, Semana 2

Episode Summary

Este mensaje comienza con la realidad de que a menudo buscamos a quién culpar por nuestros errores y pecados, pero Santiago deja claro que la tentación nace de nuestros propios deseos. No podemos culpar a Dios, al diablo ni a otras personas. La responsabilidad de nuestras decisiones recae completamente en nosotros mismos. La tentación y el pecado nacen de nuestros propios deseos y este patrón de evasión de la culpa no es nuevo: en Génesis, cuando Adán pecó, culpó a Eva, y Eva culpó a la serpiente. Adán incluso insinuó que Dios tenía la culpa por haberle dado a la mujer. Desde el principio, la humanidad ha buscado excusas para evitar la responsabilidad personal. Todo comienza con un deseo natural, luego el engaño nos hace creer que satisfacerlo por medios ilegítimos traerá felicidad. Como con Adán y Eva, el fruto parecía deseable, pero llevó a la separación de Dios. Santiago compara este proceso con la pesca y el parto: el deseo engancha, el engaño seduce, el pecado nace y crece hasta causar la muerte espiritual. La advertencia es clara: no juegues con la tentación, elimínala desde la raíz. Por último, el sermón resalta que, aunque el pecado nace dentro de nosotros, la salvación viene de fuera, de Dios. Todo buen regalo proviene de Él, y el mejor de todos es la gracia a través de Jesús. Donde el primer Adán trajo muerte, el segundo Adán, Cristo, trajo vida. No se trata de ayudarnos a nosotros mismos, sino de reconocer que estábamos espiritualmente muertos, y que fue Dios quien nos dio vida. Es todo gracia, todo Dios, todo el tiempo.La gracia de Dios es el verdadero antídoto al pecado. Aunque la tentación nace en nosotros, la solución no está dentro, sino en Dios. Jesús, el segundo Adán, obedeció donde el primer Adán falló, y a través de su muerte y resurrección, nos ofrece vida y un nuevo comienzo por pura gracia. Preguntas para reflexionar: ¿Estás culpando a otros por tus pecados o errores en lugar de asumir tu responsabilidad ante Dios? ¿Has identificado los deseos y áreas donde eres más vulnerable a la tentación? ¿Estás confiando en tu fuerza o en la gracia de Dios para resistir la tentación y vivir en obediencia?

Episode Notes

Este mensaje comienza con la realidad de que a menudo buscamos a quién culpar por nuestros errores y pecados, pero Santiago deja claro que la tentación nace de nuestros propios deseos. No podemos culpar a Dios, al diablo ni a otras personas. La responsabilidad de nuestras decisiones recae completamente en nosotros mismos.

La tentación y el pecado nacen de nuestros propios deseos y este patrón de evasión de la culpa no es nuevo: en Génesis, cuando Adán pecó, culpó a Eva, y Eva culpó a la serpiente. Adán incluso insinuó que Dios tenía la culpa por haberle dado a la mujer. Desde el principio, la humanidad ha buscado excusas para evitar la responsabilidad personal.

Todo comienza con un deseo natural, luego el engaño nos hace creer que satisfacerlo por medios ilegítimos traerá felicidad. Como con Adán y Eva, el fruto parecía deseable, pero llevó a la separación de Dios. Santiago compara este proceso con la pesca y el parto: el deseo engancha, el engaño seduce, el pecado nace y crece hasta causar la muerte espiritual. La advertencia es clara: no juegues con la tentación, elimínala desde la raíz.

Por último, el sermón resalta que, aunque el pecado nace dentro de nosotros, la salvación viene de fuera, de Dios. Todo buen regalo proviene de Él, y el mejor de todos es la gracia a través de Jesús. Donde el primer Adán trajo muerte, el segundo Adán, Cristo, trajo vida. No se trata de ayudarnos a nosotros mismos, sino de reconocer que estábamos espiritualmente muertos, y que fue Dios quien nos dio vida. Es todo gracia, todo Dios, todo el tiempo.La gracia de Dios es el verdadero antídoto al pecado. Aunque la tentación nace en nosotros, la solución no está dentro, sino en Dios. Jesús, el segundo Adán, obedeció donde el primer Adán falló, y a través de su muerte y resurrección, nos ofrece vida y un nuevo comienzo por pura gracia.

Preguntas para reflexionar:

  1. ¿Estás culpando a otros por tus pecados o errores en lugar de asumir tu responsabilidad ante Dios?

     
  2. ¿Has identificado los deseos y áreas donde eres más vulnerable a la tentación?

     
  3. ¿Estás confiando en tu fuerza o en la gracia de Dios para resistir la tentación y vivir en obediencia?